Sunday, April 16, 2006

El sermón de nuestras pobrezas

SANTO DOMINGO.-El acontecimiento supremo de la resurrección y glorificación de Jesús ñque todo el mundo cristiano conmemora hoyñ no tuvo otro propósito fundamental que el de salvar al hombre del pecado y de todas las injusticias.

El evangelio que predicó Jesús tiene vigencia hoy día, tal vez tanta como la tuvo en el tiempo de su corta misión en la tierra.

Las metas que nos trazó siguen siendo, sin embargo, ignoradas o menospreciadas por la mayoría.La dignidad y los derechos de los hombres y mujeres se pisotean o se desprecian a cada momento, y con tal nivel de abusos y atropellos no puede alcanzarse una humanidad solidaria y amorosa.

Jesus denunció valerosamente las incongruencias de leyes y aberraciones de la sociedad judía y les ofreció a los hombres, a todos sin distinción, el camino del amor y la hermandad, del respeto mutuo y del aprovechamiento justo de los bienes que Dios creó y ofreció a la humanidad.

En el contexto actual, ocurren situaciones que nos indican cuán lejos estamos del punto ideal de ese evangelio.La pobreza aumenta y cada día son más los que viven privados de la educación, de buenos y abundantes alimentos, de medicinas y salud, de hogar y de ingresos ordinarios.

A este cuadro hay que añadirle el de las “nuevas pobrezas” del hombre, como la insidia de la droga, la muerte de criaturas en los vientres de mujeres irresponsables, los asesinatos “asistidos” de enfermos terminales, la criminalidad rampante, la discriminación social y la marginalidad.

La Iglesia Católica, que camina desde la Resurrección de Cristo al lado de la humanidad, está obligada a denunciar estos males y a apremiar a los hombres a buscarle soluciones en el evangelio.

Por eso este Viernes Santo, en la lectura e interpretación de las palabras pronunciadas por Jesús en la cruz de la redención, los sacerdotes fueron elocuentes en la exposición de todas nuestras miserias sociales.

Describieron con franqueza los males y debilidades de nuestra sociedad, sin ocultar que está en proceso de corrosión no solamente por la corrupción administrativa, sino también por la ineficacia de los líderes y de los partidos que manejan los poderes públicos para crear las condiciones de una vida mejor para todos los dominicanos.

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