Saturday, April 22, 2006

Sin saber qué nación queremos

SANTO DOMINGO.-Ansiosos por dar un salto hacia el progreso, muchos países han puesto en marcha gigantescos planes industriales o tecnológicos para no quedarse rezagados en el nuevo orden económico mundial.

Uruguay, que alcanzó un buen posicionamiento con sus exportaciones de madera, apuesta ahora a la celulosa del papel con tres gigantescas plantas queаodrían representar, en un futuro no muy lejano, beneficios anuales superiores a los 20 mil millones de dólares.

Panamá, que recibe anualmente 900 millones de dólares por concepto de impuestos al tráfico de buques entre el Pacífico y el Atlántico, seЬanza ahora a la ampliación de la ruta interoceánica para abrirla al paso de los gigantes furgoneros Super Panamax, lo que hará duplicar sus ingresos por ese concepto.

Irlanda del Norte y Finlandia también han tomado conciencia de que es indispensable enfocar sus energías e inversiones en proyectos de envergadura nacional, y han podido situarse ya, entre las naciones de más rapido crecimiento económico del mundo.

Y ahora se cae de la mata la pregunta: Y nosotros, la República Dominicana, ¿qué proyecto nacional tenemos para dar también el salto cualitativo y cuantitativo e insertarnos en la competencia económica mundial?

No puede alegarse tamaño territorial, porque los ejemplos que hemos citado se corresponden, en buena medida, con los que podemos hacer comparaciones. Ni tampoco puede alegarse que carecemos de fuentes de riqueza o de infraestructuras con las cuales podamos apostar en favor de una grandeza nacional.

Varias explicaciones pueden darse a esta falta de garras, pero una sobresale entre todas: hemos sido y somos todavía incapaces de unirnos en el diseño de un proyecto que perfile la nación que queremos y los objetivos que deberíamos alcanzar, cosa que no ha sido imposible a otras naciones que han puesto de lado sus diferencias y han alcanzado pactos sociales sobre la base de las coincidencias entre todos sus sectores.

En la medida en que perdemos tiempo para alcanzar ese consenso, el país seguirá un camino errático y voluble en la definición de sus más elevadas prioridades. Es una pena que la ceguera nos haya impedido vislumbrar un camino diferente y más promisorio.

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