Wednesday, May 31, 2006

Una reforma, pero sin arrebatos

SANTO DOMINGO.-Las dos reformas constitucionales (1994 y 2002) fueron festinadas, pecaron de arrebato y han traído desagradables consecuencias.
Ahora tenemos la oportunidad de arreglar entuertos de ambas enmiendas, sin prisa, sin sesgo de oportunismo político.Acogemos la propuesta del Presidente Fernández de convocar a un debate, serio y sereno, del cual puedan salir las líneas maestras de la futura reforma a nuestra Carta Magna.
Se parte de la necesidad de organizar al Estado y a la Nación sobre las nuevas bases de la globalización.
En esta nueva era, las relaciones de los pueblos se rigen por parámetros más universales, y a lo interno se requieren adaptaciones legales e institucionales que permitan al país responder a esas expectativas.
Las reformas anteriores se concentraron, básicamente, en aspectos políticos coyunturales. No obedecían al interés de darnos, como país, una nueva visión y un compromiso con la modernidad.
Ahora ha llegado la oportunidad de hacerlo, siempre que intervengan todos los sectores nacionales y los mejores juristas, para que la reforma sea integral, abarcadora, revolucionaria.
En el ínterin, tenemos que estar alertas para evitar que, aprovechando el clima favorable hacia la reforma, ésta no se apresure bajo el actual Congreso.
Existe el temor de que la mayoría congresional que maniquea el ex presidente Hipólito Mejía, resentida por la apabullante derrota electoral que ha sufrido, intente venganza promoviendo unilateralmente una reforma hecha a la medida de las ambiciones de poder de ese grupo político. Hay que cerrarles el paso a esas intenciones, si es que todavía esa fuerza política, que fue capaz de defenestrar al país en cuatro años y de cohonestar una reforma oportunista e imprudente, cree que tiene legitimidad para hacerlo.
Estos temores no son infundados.
La experiencia ha demostrado que, en materia de bellaquerías, no hay barreras para los porfiados políticos que creen que pueden hacer todos los desarreglos que les venga en ganas desde el Congreso.La reforma constitucional es una necesidad y hay razones y realidades que la justifican.
Lo que no se justifica es que una fuerza política pretenda capitalizar este clima, para alzarse con el santo y la limosna con una iniciativa que merece ponderación, buen juicio y espíritu de consenso

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