Cuidemos nuestro espacio aéreo
SANTO DOMINGO.-Entre internacionales y locales el país cuenta, puede decirse, con una de las más formidables infraestructuras para la aviación comercial.
Seis aeropuertos internacionales, más aquellos que se emplean para vuelos locales, es una cantidad bastante significativa si tomamos en cuenta el tamaño del territorio y la relativa cercanía que existe entre dichas terminales.
Esta expansión es el producto del desarrollo de nuestros polos turísticos y, en alguna medida, del crecimiento de nuestras estructuras de producción y comercio, pero más que nada de lo primero, es decir, del turismo.
Para tener una idea del gran flujo de aviones que tocan nuestro territorio, basta señalar que sólo el aeropuerto de Punta Cana registra, al día, más de 40 vuelos diarios, superior al de Las Américas, y que ya suman millones los turistas que vienen al país durante el año a disfrutar de sus bellezas y sus facilidades para el descanso y el placer.
No obstante esta extraordinaria infraestructura, hay carencias evidentes en algunas actividades que sirven de soporte, como es el caso de los controladores aéreos, cuyo número y calidad se ha puesto en entredicho en estos días.
Pilotos de naves extranjeras se han quejado de lo que consideran poca destreza o capacidad de los operadores para guiarlos y orientarlos en las fases de despegue y aterrizaje, o en sus movimientos sobre el espacio aéreo dominicano.
Reportajes publicados en Diario Libre dan cuenta de que hubo por lo menos 23 casos de “aproximaciones peligrosas” entre aeronaves que, gracias a la mano de Dios, no culminaron en grandes tragedias.
El conocer este dato es, sencillamente, sobrecogedor.
A partir de estas revelaciones, es mucha la gente que vivirá preocupada por la inseguridad o los riesgos implícitos en las atribuidas impericias de nuestros controladores aéreos. Antes nos montábamos confiados en que, por la poca frecuencia y número de vuelos, casi nada podía ocurrir al salir o entrar en las áreas de influencia de los controladores dominicanos, pero a partir de ahora habrá que cruzar los dedos.
Al país hay que decirle la verdad acerca de cómo operan las torres de control de nuestros aeropuertos, y qué capacidad o utilidad tienen los equipos que se usan para brindar los servicios de control o para monitorear el tráfico de esas aeronaves en el país.
Recordamos que a raíz de la absurda decisión tomada por el anterior gobierno, de convertir a la base aérea de San Isidro en un aeródromo de pequeñas y medianas naves, se advirtió que esto podría acarrear un grave peligro para los aviones que operan desde Las Américas.
Ante la información de tantas “aproximaciones peligrosas”, urge pues que las autoridades adopten de inmediato las medidas de rigor que eviten que el país se vea envuelto en una crisis de desconfianza e inseguridad para la aviación comercial.